Hace poco más de una década se presentó al mundo una criatura casi fantástica: Sam, un animal que era un gallo en su mitad izquierda y una gallina en su mitad derecha. Los científicos que lo investigaron, de la Universidad de Edimburgo, lo bautizaron Sam porque era Samantha y Samuel a la vez. La genetista Irene Miguel Aliaga, nacida en Barcelona hace 49 años, suele mostrar una fotografía de esa quimera gallinácea en sus charlas. Sam demostró que las células, por lo menos las de ave, tenían una identidad sexual intrínseca. Una célula es macho o hembra.

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